Escrito por Tom | 10 de abril de 2020
Yayoi Kusama, la revolucionaria nonagenaria del mundo del arte, nunca ha sido tan relevante como en este momento. Siendo una artista japonesa famosa por sus arremolinadas estratosferas de lunares, sus exposiciones interactivas que desafían los límites se han convertido en fenómenos globales en los últimos años. Pero, ¿quién es la mujer pelirroja que crea estos universos fantásticos y por qué ahora es su momento?
Enigma
La historia de Kusama es, quizá tal como cabría esperar, inusual. Criada en la montaña de Matsumoto, se sintió atraída por la pintura incluso a una temprana edad, para disgusto de su madre. Kusama recuerda que su madre llegó a confiscar toda su tinta y lienzos, animando a su hija a centrarse en el matrimonio. Al mismo tiempo, la madre de le encargó espiar a su padre con sus múltiples amantes, una estrategia que tendría implicaciones de por vida para Kusama.
La obra de Kusama reside en un mundo nebuloso y alucinante de colores y formas, gran parte de los cuales dice proceder de las visiones escapistas que tuvo de niña. Caracteriza estas visiones como destellos de luz, a menudo campos llenos de puntos (un motivo característico suyo). Kusama describió en una notable ocasión que se encontraba en un campo infinito de flores parlantes cuyas cabezas eran puntos y sentía que desaparecía. Más tarde describiría este proceso como ‘autoanulación’, el acto de desaparecer en un espacio que se convertiría en un sello distintivo de su obra.
El proceso de autoanulación es familiar en las 'Infinity Mirror Rooms' de Kusama
La propia Kusama ha ido entrando y saliendo de la vida pública a lo largo de las décadas. Desde 1977 Kusama vive voluntariamente en un hospital psiquiátrico, el Hospital Seiwa para enfermos mentales. Es una decisión que añade otro elemento a su obra –aportándole una sensibilidad al poder de la mente– y a su mundo.
Lunares infinitos
Kusama es una artista contemporánea, pero su obra no se presta a una definición fácil. Es algo que se puede ver en la presencia de sus bocetos infantiles de la naturaleza, que han permanecido con Kusama hasta su edad adulta. La primera calabaza que vio con su abuelo se convirtió en un ejército de sus ahora icónicas esculturas de calabazas de tamaño humano, todas ellas en una gama de vivos colores marcadas con puntos negros. Estos puntos pretenden funcionar como recordatorio de que todos somos ‘uno de los puntos entre los millones de puntos que hay en el universo’.
Una de las calabazas de Kusama tal como se ve en la isla japonesa de Naoshima
El concepto de infinito (y autoanulación) también juega un papel central en la obra de Kusama. Aunque las ilusiones espaciales e infinitas no son necesariamente conceptos que introdujo en el arte, estamos acostumbrados a ver estas obras confinadas dentro de un marco. Kusama lo desafió, primero con sus propias pinturas de 'Redes infinitas', donde los arcos repetidos de pintura se combinan gradualmente con motivos más grandes en una habitación, y luego con sus espacios para recorrer a pie. Las 'Infinity Mirror Rooms' son los ejemplos más conocidos y celebrados de las instalaciones interactivas de Kusama; salas con espejos que crean la ilusión de varias estancias más, todas llenas de motivos e imágenes recurrentes.
'Phalli's Field' es una de las primeras salas-espejo que Kusama creó. Los falos de peluche estampados con lunares abarrotan el pequeño espacio mientras los espejos invocan un horizonte infinito de ellos dondequiera que se mire. Es inusual y es uno de los ejemplos más vanguardistas. Otras salas reproducen un cielo nocturno y galaxias distantes, como 'Aftermath of Obliteration of Eternity' de Kusama, que evoca un universo vertiginoso de lo que podría parecer un mundo con únicamente faroles flotantes. Estas obras, dice Kusama, están ahí para que nos cuestionemos nuestro lugar en el universo: ¿nos encontramos, como los numerosos puntos, solos en el mundo o bien estamos juntos?
Era de la estética
El impacto de Kusama en el mundo del arte actual tiene un gran alcance, y su visión del individuo y la estética ha sido una parte importante de su creciente popularidad. En los albores de Instagram y ante la creciente tendencia de documentar lo 'estético', Kusama ha encontrado una fuente de seguidores ansiosos entre los nativos digitales. Curiosamente, el propio acto de hacerse fotos de uno mismo entre obras de Kusama (una búsqueda rápida en Instagram te ofrecerá numerosos ejemplos) parece desenterrar la cuestión central de su arte: ¿cómo de solos estamos en el mundo si podemos tomar una foto —mientras supuestamente contemplamos nuestro lugar en él y nuestro aislamiento— y compartirla con miles de otras personas en un momento?
Las salas de Kusama están ahí para que meditemos sobre nuestro aislamiento, pero el auge de las redes sociales incorporó a su obra una paradoja
El arte de Kusama se adapta maravillosamente a los espacios online; es colorido, fantástico y compartible de inmediato. Y como Kusama se imaginara en una ocasión entre un sinfín de flores y campos, nos atrae lo gratificante que es vernos amoldados a su mundo estéticamente agradable. Conociendo su historia, las obras interactivas de Kusama son en muchos sentidos un discurso sobre los lugares a los que acudimos para crear y encontrar belleza. Pero para nosotros pueden servir más como una lección de narcisismo y ego, una señal reveladora de los tiempos.
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